Francisco sorprendió con sus actitudes de sencillez y humildad. Ya a primera hora de la mañana, cuando se disponía a visitar la Basílica Santa María Maggiore para invocar la protección de la Virgen a su pontificado fue detenido por sus colaboradores para que se probara las vestimentas papales. “La ropa puede esperar, la Virgen no”, contestó.
Las sorpresas dadas por el argentino siguieron al salir y encontrarse con el lujoso auto papal. “¿No podemos ir en algo más sencillo?”, le preguntó a un chofer estupefacto y lo abrazó para tranquilizarlo. El chofer le señaló una modesta camioneta. “Esa me gusta más”, dijo Bergoglio, se subieron y se encaminaron a la basílica romana.
Al llegar, saludó a los presentes, depositó un ramo de flores ante la imagen de la Virgen y rezó de rodillas y en silencio. Luego se acercó a los sacerdotes que estaban confesando y les hizo una recomendación: “Sean misericordiosos con los fieles”.
Las anécdotas siguen. La Iglesia de los cinco continentes y el mundo están empezando a descubrir el estilo austero de Jorge Bergoglio.